Filipa Bak: ¿Cómo se escribe Esperanza? (+video+fotos)
Filipa Bak es ya un personaje conocido del centro de la ciudad de Camagüey. La monja polaca ha encontrado en esa urbe su segundo hogar desde que llegó, hace casi cuatro años.
«En la congregación de donde vengo se costumbra enviar a las hermanas a países extranjeros, aunque siempre los superiores preguntan si quiere salir de Polonia y vivir en otro lugar -cuenta Bak-. En mi caso fue así. Me preparé un año en el Centro Misionero donde a sacerdotes, religiosos y laicos se le enseña cómo vivir y misionar en un país para ellos todavía desconocido».
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«Cada misionero se prepara para algo nuevo y, como casi siempre, la teoría está lejos de la realidad que uno encuentra llegando a su destino. Una de las cosas que debía enfrentar fue el clima, completamente diferente del de Polonia. Siempre sol y calor -narra, en la ciudad más mediterránea de la isla-. Por esta razón tuve que cambiar el color de mis hábitos: en vez de negros los llevo en gris.»
Cuba, con un déficit de formación de líderes católicos desde 1959, ve llegar anualmente decenas de curas y monjas de países del área caribeña, como República Dominicana, y de Europa, algunos no hispanohablantes.
De manera que los feligreses en la Iglesia de La Merced, entre las más grandes y antiguas de Camagüey, no se sorprendieron demasiado con el acento extranjero de Filipa Bak.
Desde ese templo fundó el Proyecto Esperanza, que ofrece oportunidades a mujeres con intenciones de abortar y se hizo popular unos meses atrás a través de varios medios.
«ALGUIEN QUE LAS PUEDA ESCUCHAR»
«Los principios de nuestra misión en el Hospital materno Centenario fueron un poco como una prueba, porque nadie antes lo hacía y no sabíamos cómo nos iban a recibir», dice Bak, en referencia a su inserción en el sistema de salud estatal, añadiendo que «la respuesta fue magnífica».
Enfermeras protestantes que trabajan en el centro hospitalario ofrecieron su apoyo y ayuda al proyecto pro-vida. «Con el mismo entusiasmo nos encontramos con las autoridades del hospital -relata la mujer-. El director nos dio permiso para entrar y llevar aliento también a las madres que estaban sufriendo por el ingreso de sus niños recién nacidos».
La fluidez en el idioma le ayudó a lograr un entendimiento mejor con las personas en autoridad y con las ingresadas. Aunque en el centro misionero una se las materias prioritarias fue el idioma, reconoce que allí «enseñan el español castellano, que es por supuesto un poco distinto del ´cubano´».
Una de las aristas más significativas del Proyecto Esperanza es ofrecer otra alternativa a las madres que piensen acabar con la vida del bebé por nacer.
Este programa lleva ayuda especialmente a las gestantes más jóvenes, pues en Camagüey, según el semanario oficialista Adelante, el 30 por ciento de los abortos practicados fueron a adolescentes.
«De mil 596 interrupciones, 435 fueron en adolescentes expuestas a daños irreversibles al utilizar el aborto como medio anticonceptivo», afirmó el director del hospital materno infantil Ana Betancourt, Sigfrido Valdés.
«Emocionalmente, estas niñas enfrentan una situación que supera su edad, además de la inmadurez anatómica y psicológica propia de la etapa», expresó al periódico la ginecobstetra del hospital pediátrico Eduardo Agramonte Piña, Daymí Saavedra.
Los especialistas subrayaron que el aborto puede «llevar a obstrucciones tubáricas, inflamaciones pélvicas, hemorragias, infecciones, daño del aparato genital, e incluso la pérdida del útero total o parcialmente». Esto, junto con la muerte de la madre o un cáncer cérvico-uterino, de acuerdo con la publicación.
«El Proyecto Esperanza quiere mostrar a cada mujer cubana, el valor que tiene la vida, la vida de ella y la del niño que lleva en su vientre -continuó Bak-. A aquellas que se han hecho un aborto queremos ayudarlas a encontrar la paz y estabilidad en su vida, y en los jóvenes pretendemos despertar la conciencia de la destrucción que viene con las tempranas relaciones sexuales y enseñarles, que la vida se puede vivir de distintas maneras, no necesariamente en placeres pasajeros».
El programa liderado por Bak es relativamente joven. Su fundación data del 11 de septiembre de 2018, y basa sus acciones en ofrecer información sobre el embarazo y acompañamiento a las gestantes.
«Gracias a Dios en la provincia de Camagüey somos bastante conocidos, tenemos nuestros voluntarios en La Habana y Bayamo -narró-. Eso queríamos lograr y poco a poco se está realizando: que las muchachas sepan dónde encontrar la ayuda, dónde hay alguien que les puede escuchar».
MUJER QUE AYUDA A MUJER
Algunas mujeres salen de la sala de espera del Centenario, le dicen a Bak y los voluntarios que no van a abortar y desaparecen, sin buscar contacto con el programa.
«Aunque esa decisión nos hace felices, sabiendo que su bebé vivirá, con eso no nos basta», confesó Bak, aludiendo al programa de apoyo material para esa nueva familia.
«Queremos ser la esperanza para las mujeres que piensan que un embarazo es un ´problema´ -expresó Bak-. Aunque tengan dificultades materiales siempre hay una mano que le puede ayudar».
Según las normas del proyecto cada madre es atendida durante dos años. «Desde el momento del rescate, hasta el parto y un año después», comentó Filipa Bak.
A cada recién nacido se le obsequia la canastilla (ropa para el bebé, culeros desechables, bañadera, cuna, biberones, etc.).
Pero Bak sabe que cada caso es diferente «y si necesita más atención lo facilitamos según nuestras posibilidades. Muy a menudo estamos ayudando a otros niños que están en la familia».
Los beneficiarios pueden continuar siendo apoyados por varias entidades religiosas, tanto protestantes como católicas, que desarrollan programas caritativos para menores de edad por toda la isla.
La Revolución comunista en Cuba legalizó los abortos sin necesidad de causales. Solo en 2017, según el Centro de Estudios Demográficos de la Universidad de La Habana, fueron realizados en la isla 83 mil 904.
«Hasta marzo de 2020 hemos salvado un poco más de 100 niños -relató la religiosa polaca-. El año pasado atendimos a más de 30 mujeres y en los que va de año unas 15. Algunas son madres que nos buscan, pidiendo consejo, apoyo espiritual o simplemente la confirmación que no está sola con su embarazo. Todas las historias de las mujeres que ayudamos son diferentes».
Una de las historias que marcaron a la monja polaca fue la de una asistente a una exposición fotográfica organizada por Proyecto Esperanza en una iglesia. En la muestra exhibieron fotos de los bebés rescatados y del trabajo al interior de la organización.
«Cuando esa mujer las vio casi empezó a llorar -recordó Bak-, no contó la historia de su hija de 17 años que estaba pensando abortar». Al día siguiente la mujer pidió a la adolescente que la acompañara, sin contarle a dónde iban ni para qué.
La adolescente vio las fotografías de la exposición y escuchó algunos testimonios de jóvenes como ella. Conmocionada, «cambió su decisión y continuó su embarazo -dijo Bak-. Hoy es una madre muy feliz, tuvo una niña que se llama Edurne Dolunai».
Una vez al año Proyecto Esperanza celebra una fiesta. La polaca dice que allí «participa toda la familia de nuestro proyecto». «Familia» son para ella los amigos, padres, abuelos, tíos, hermanos, de los niños salvados.
Lamenta no tener un espacio independiente, una «casa» le llama. «Por eso ayuda en largo plazo es más difícil -dijo-. La falta de un lugar propio nos limita, porque muchas de estas mujeres no conocen la iglesia y a veces les apena buscarnos allá».
El Estado limitó durante décadas la edificación de templos católicos, así como la acción social de distintos grupos religiosos, a los que confiscó asilos de ancianos, escuelas, centros de enseñanza superior y hospitales a lo largo de los años 60.
Filipa Bak cree que el suyo es un simple trabajo, un pequeño servicio a las mujeres cubanas, pero se aferra a lo dicho por la Madre Teresa de Calcuta, «no podemos hacer cosas grandes, pero sí cosas pequeñas con un gran amor».